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jueves, 3 de noviembre de 2011

Hay vidas que dan gusto conocer e imitar. Sobre todo, cuando son personas que posiblemente no sabíamos que tanto habían logrado en su vida con tan solo ser humildes y sencillos de corazón. 
Ese es el caso de un chatio medio negrito (con todo respeto) quien sintió en su corazón el deseo de servir a Dios con todo su amor. Sí su nombre era Martín, quien a los quince años se propuso entrar al convento. Y cuando fue admitido, le confiaron los trabajos más humildes de la comunidad. Por eso es recordado con la escoba, símbolo de su humilde servicio. Su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía.
Después de unos cuantos años al fin alcanzó la profesión religiosa, junto con sus votos de pobreza, obediencia y castidad. 
Vivía entre la austeridad, la oración constante ante un crucifijo y ante el Santísimo Sacramento. Dotado de dones, curaba enfermos pero nunca se le subieron los humos y al momento de asistir a los enfermos les decía: "Yo te curo y Dios te sana". 
Todo esto basado en el profundo amor a Dios y al prójimo. El mismo se decía mulato, nunca se enalteció pues él entendía que era instrumento de Dios, que todo lo que hacía era en favor de Dios y para darle todo el honor y la gloria.
Cuanto podemos aprender de este santo!!! Demasiado, pero muchas veces preferimos no ser el humilde... por eso hay que pedirle que interceda por nosotros, y que con su ejemplo aprendamos a ser verdadero instrumento de Dios. 

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